Observando el mundo desde una habitación de hotel
Carlos Goñi afirma que estas catorce canciones le han servido para contar lo que ha sucedido en los últimos tres años “de piel para adentro”.'Capitol' sintetiza con esmerada concreción y resuelta naturalidad, algunas de las mejores propiedades que han orlado su trayectoria: aliento social, intimismo bien macerado y un costumbrismo urbano con nombre y apellidos, que enmarca algunas de las mejores canciones que nunca ha compuesto tomando como inspiración las calles de Valencia, Madrid o Barcelona. El naturalismo fluido y sin corsés de este álbum, bautizado con el nombre del reconocible hotel de la Gran Vía madrileña en el que ha sido escrito, comienza a destilarse en el costumbrismo folk de “Más Tequila” y concluye con la relectura góspel de “Magnolia Lane”. Entre ambos extremos, resuenan los ecos de lo que sería una pequeña E Street Band en “Black Jack”, el quebradizo esqueleto acústico que sostiene temas como “Sacristán de sacristanes”, “Cerraré los ojos” o “La Vanidad”, la transparencia sentimental de “Premios” o la disección social a pie de calle de “Barcelona” o “Frío en Madrid”, relatos con su reconocible olor a asfalto. Capitol ahonda, pues, en esa fase de consolidada madurez que Carlos Goñi retomó tras indagar hace algo más de un lustro en las sonoridades marroquíes (Argán, 2011) como parte de una nueva etapa que sucedió a aquel alto en el camino que fue su recopilatorio ('Que 20 años no es nada', 2009). Una forma de volver a mirar al pasado, a la esencia de sus claves más reconocibles, de todo aquello que le hizo formar Revólver hace casi tres décadas, pero sin quedarse por ello -ni mucho menos- anclado en la nostalgia, tal y como se deduce de la letra de 'Campanilla' o como también nos cuenta en 'Black Jack': “todos mis principios empiezan por el final”.
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